Yugoslavia fue un país que nació en 1918, con el final de la I Guerra Mundial, construido sobre las cenizas de los Imperios austrohúngaro y otomano (Turco). La desaparición de estos dos imperios permitió que apareciesen pequeños estados en los que la mayoría de la población era de origen eslava, libres del yugo de decisores extranjeros y que rápidamente se unieron con el objetivo del Pan-eslavismo, o sea, de unir en un solo país a las poblaciones eslavas (eslovenos, croatas y serbios), sin injerencia de potencias extranjeras. Así, surgió Yugoslavia (cuya traducción es “Eslavos del Sur”).

Tras la II Guerra Mundial, el país se convirtió en un régimen socialista y fue dirigido por el mariscal Tito hasta 1980, año de su muerte, considerado como uno de los grandes estadistas mundiales del siglo XX. A partir de ese momento, las diferencias entre las varias nacionalidades y religiones que componían el país empezaron a aparecer, ganando un nuevo ímpetu en el inicio de los años 90, con la caída del muro de Berlín y la apertura de los países del este a las ideas democráticas. En ese momento, algunas de las repúblicas que constituían Yugoslavia quisieron abandonar la Federación y convertirse en estados independientes, lo que acabó por originar varias guerras civiles que asolaron prácticamente a todo el territorio a lo largo de la década de los 90.

Hoy en día todos los países que resultaron de la antigua Yugoslavia están totalmente pacificados, por lo que no ofrecen ningún peligro a las poblaciones locales o visitantes.

Winston Churchill, célebre primer ministro británico dijo que “los Balcanes producen más historia de la que consiguen consumir”. Es esta increíble historia, pasada y actual, que queremos que nuestros turistas vivan y disfruten, como un autóctono.